Los alumnos/as de 6º, junto a su teacher Raquel, han transformado por un día el colegio en una terrorífico y divertido lugar.
¡Enhorabuena por el trabajo!



En un tiempo donde la seguridad ya no es solo un requisito, sino una responsabilidad compartida, hablar de la altura de los extintores parece, a simple vista, un tema técnico. Pero detrás de cada centímetro reglamentado hay una historia de prevención, de normativa, de vidas protegidas y, sobre todo, de sentido común. Porque un extintor mal colocado es como un cinturón de seguridad olvidado: inútil cuando más lo necesitas.
En los centros escolares, donde conviven cada día cientos de alumnos, profesores y personal, el control de incendios no es una opción: es una prioridad. La altura correcta de los extintores no solo cumple con la normativa, sino que garantiza que en caso de emergencia, alguien —sea quien sea— pueda alcanzarlo, accionarlo y contener las llamas antes de que el fuego se convierta en tragedia.
La altura no es capricho ni azar. La legislación española, concretamente el Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios (RIPCI) y la UNE 23110, establece parámetros precisos para su instalación: el asa superior del extintor no debe superar los 1,20 metros desde el suelo y la parte inferior no debe estar a menos de 0,80 metros. Esta medida permite una accesibilidad universal, tanto para adultos como para niños o personas con movilidad reducida.
Imaginemos una emergencia en una escuela: el fuego empieza en el laboratorio o en la cocina del comedor. En esos segundos de caos, cada detalle cuenta. Si el extintor está demasiado alto, el tiempo se pierde; si está mal ubicado, el acceso se dificulta. Por eso, el equilibrio entre visibilidad y accesibilidad es el corazón de cualquier instalación de seguridad eficiente.
Y es aquí donde entra en juego el extintor como elemento fundamental, no solo como equipo técnico, sino como símbolo de prevención activa.
El Real Decreto 513/2017, que aprueba el Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios, detalla las condiciones técnicas de colocación y mantenimiento de los equipos portátiles. Según esta norma, los extintores deben instalarse en lugares visibles, señalizados con pictogramas homologados y situados cerca de las salidas o zonas de riesgo especial, como cocinas, talleres o salas eléctricas.
La altura de instalación varía según el tipo y tamaño del extintor. Los modelos más ligeros (de hasta 20 kg) deben colocarse con el asa superior a un máximo de 1,20 metros, mientras que los extintores de mayor tamaño pueden situarse algo más abajo, siempre garantizando el acceso rápido y seguro. No se trata solo de cumplir la norma, sino de anticiparse al error humano.
En los centros educativos, la normativa adquiere un valor adicional. No basta con cumplir la ley; hay que formar a la comunidad escolar. Los niños deben aprender desde pequeños que ese cilindro rojo no es decoración, sino la primera línea de defensa frente a un incendio.
La altura de los extintores cumple una función doble: garantizar la accesibilidad y proteger el equipo de daños. Si se coloca demasiado bajo, se expone a golpes o suciedad; demasiado alto, se vuelve inaccesible. La ergonomía también juega su papel: levantar un extintor de 9 kilos en medio de una emergencia no es tarea sencilla, y una instalación mal planificada puede marcar la diferencia entre control y desastre.
En espacios como colegios, hospitales o residencias, los extintores deben estar distribuidos de manera que ningún punto del edificio quede a más de 15 metros de uno. Además, deben colocarse junto a las salidas y en pasillos principales, con una altura uniforme para evitar confusiones.
Existen ligeras variaciones en función del entorno. En edificios de oficinas o locales comerciales, la altura estándar ronda entre los 0,80 y 1,20 metros. En naves industriales o almacenes, los extintores pueden colocarse ligeramente más altos, priorizando la visibilidad entre maquinaria y estanterías. Pero en escuelas, donde la prioridad es la accesibilidad universal, las alturas deben adaptarse al entorno infantil y al flujo de evacuación previsto en los planes de autoprotección.
Los extintores correctamente instalados no solo cumple con la normativa, sino que actúan como elemento pedagógico: un recordatorio visible de que la seguridad está al alcance de todos, literalmente.
La protección contra incendios en centros escolares ha adquirido una importancia crítica en la actualidad. Las aulas son espacios vivos, donde la electricidad, los materiales combustibles y el movimiento constante generan un riesgo latente. Instalar los extintores a la altura adecuada no solo garantiza su uso efectivo, sino que educa en responsabilidad y prevención.
El Ministerio de Educación y las comunidades autónomas recomiendan incluir en los planes de emergencia escolar sesiones formativas sobre el uso de extintores y el significado de su ubicación. Enseñar a los alumnos a identificar la señal, a saber qué tipo de fuego se combate con cada extintor y, sobre todo, a respetar su función, es parte de la educación cívica moderna.
Para asegurar que un extintor cumpla su función, no basta con colgarlo en la pared. Es necesario:
Estas medidas, sencillas pero vitales, aseguran que el equipo esté siempre operativo y accesible. No olvidemos que la prevención no termina en la instalación, sino que se mantiene viva con la revisión periódica.
La Unión Europea, a través de normas como la EN 3-7 y la EN 671, establece parámetros comunes de instalación y señalización de equipos de protección contra incendios. Estas normas buscan una armonización que permita a cualquier persona, en cualquier país europeo, saber cómo localizar y utilizar un extintor sin necesidad de formación previa. La estandarización de alturas forma parte de este esfuerzo común por la seguridad transnacional.
Y todo este entramado técnico y normativo forma parte del concepto global de prevencion de incendios, un campo que no solo busca apagar el fuego, sino anticiparse a él, minimizar los riesgos y salvar vidas antes de que el humo lo cubra todo.
Colocar un extintor fuera de la altura reglamentaria puede parecer un detalle menor, pero tiene consecuencias serias: pérdida de tiempo en la respuesta, imposibilidad de acceso, incumplimiento legal e incluso sanciones económicas. En el caso de los centros escolares, el riesgo es mayor: un alumno o docente puede verse incapaz de alcanzarlo justo cuando más lo necesita.
Además, una instalación deficiente transmite una imagen de desinterés institucional. Y en materia de seguridad, la confianza también es un factor esencial. La correcta altura de los extintores no solo protege vidas, sino también la credibilidad de quien los gestiona.
La altura de los extintores es una cifra que resume toda una filosofía de prevención: la seguridad debe estar al alcance de todos. No hay excusas ni margen para la improvisación. En los centros escolares, donde la vulnerabilidad y la responsabilidad se mezclan en cada pasillo, la correcta colocación de los extintores es un acto de cuidado colectivo.
Recordemos que el fuego no espera, y que la eficacia en la respuesta depende de esos pequeños grandes detalles: la visibilidad, la distancia… y, por supuesto, la altura. Porque en materia de seguridad, lo que parece un centímetro, puede ser la diferencia entre un susto y una catástrofe.
Así que la próxima vez que paseemos por un colegio, miremos ese cilindro rojo con respeto. Está en su sitio, a su altura, preparado para lo que nadie desea, pero todos debemos prever.
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